Thursday, November 15, 2007

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Y se dejó caer. Y fue el duro y frío suelo el que recibió su cuerpo que se desprendía de las alturas. Chocó contra las piedras punzantes, contra el polvo. Un duro y seco golpe conmovió sus entrañas. Sentía la carne rota, la piel destrozada, el rostro irreconocible, la fatiga del agonizante. Abría los ojos y no veía más que una cortina roja, atinó a descubrir que era su propia sangre.