Dedicatoria
Sin palabras propias para dedicar... sin aliento, perplejo, abrumado... solo la poesía enorme de Cortazar puede acercarse un poco al sentimiento, que se escapa a la expresión, al sentimiento que sólo se deja tocar, que sólo quiere tocar... como un explorador lleno de curiosidad por tí... donde no hay vacíos, donde todo está lleno de sentido, donde mi camino por tí, mi recorrido por tu paisaje se llena de anotaciones, de notas, de caprichosas referencias a tu naturaleza, hermosa, cautivante e imponente, que me inspira, me rodea, me hace libre y me atrapa...
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Julio Cortazar
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