De lo poco que he aprendido en la vida: cada quien elige su infierno.
Si en medio de la noche un ángel o un demonio se me apareciera ofreciéndome tres deseos… el segundo sería, obvio, una inaudita memoria literaria: recordar al pie de la letra todo lo que he leído. Y no para alardear en las mesas concurridas, más bien para no sentirme tan desamparado ciertas noches. Para abrazar con mi corazón la línea exacta que me devolverá la calma esa madrugada. ¡Caray! Las noches son abismos hondísimos.
<< Home