No tenemos alma. Al menos no de manera tácita. Es verdad que nacemos con el cálido aliento que nos insufló el dios creador. Carne que fue barro, todo siendo hallazgo y magia. Ese hálito se va perdiendo conforme crecemos y preferimos darle mayor importancia a la acumulación de las dos cosas más vulgares que la vida conmemora: el amor y el dinero.
La Venganza de los Primates
El màs distante, soy errante navegante que jamàs te olvidarè.
Wednesday, November 14, 2012
No tenemos alma, la extraviamos en el camino Y lo más vil:
fuimos
el público que aplaude o bosteza en su
butaca.
El problema de los “etcéteras” es que en ellos cabe
todo. Caben distracciones y textos carentes de espíritu. Aplauso o bostezo.
La chamba del hombre a lo mejor consiste en extraer gemas de entre la inmundicia
y el vómito. Meter las manos en la mierda para decir: este hallazgo
aquí escondido alimenta mi alma enclenque. Las series gringas no
adicionan alma (aunque hay openings que sí, o diálogos que sí o emociones
sostenidas semanalmente que sí), los libros bestselleros no adicionan alma
(aunque en todo libro hay al menos una línea que se salve, por casualidad si
se quiere). En fin, creo que mi punto es claro.
Cuidado: el alma no se baña exclusivamente en el sol
que proyecta la creación artística. Basta con una pasión honesta. Eso,
pasiones honestas: llámesele hacer gelatinas, conquistar el espacio o
diseñar sostenes.
Antes existían algunas películas “de arte” cabían en una
o dos semanas. Y entonces resultaba que a todos nos volvía locos el cine
maligno, o la danza contemporánea. Ahora resulta que todos estamos vueltos
locos por los dibujos en las cavernas del primer hombre (obvio, en tercera
dimensión). Son ejemplos. Todo mundo como degenerado suplicándole al dios
de la taquilla que lo conmueva, que le haga sentir que vale la pena estar
vivo.
la gente, hambreada y urgida de sentirse viva, sobrellenó
las butacas del recinto más melancólico que nos quedaba a los tristes en la
Ciudad de México. Se volvió insoportable ir a ver películas. Parejitas
besándose, gente con lentes ridículamente imbéciles, filmes menores y tristemente
comerciales que permanecen en cartelera por meses y meses. Ahora reconstruyeron
la Cineteca, la adaptaron para su nuevo público. No iré a menos que sea
inevitable (cine mudo los jueves, acaso). Los abatidos nos vamos quedando sin
sitios.
Quedan algunos cafecitos, algunos parques, algunas cantinas
a las que sopitas.com no ha llegado.
Pasa lo mismo en todo. La gente se vuelve loca consumiendo
etcéteras. Ni siquiera hay descuentos importantes. Todo funciona como una
falluca. Hay presentaciones valiosas: sí, las hay; pero eso es lo de menos.
Mi hermano Miguel me dejó de acompañar desde hace mucho al juego porque se dio
cuenta que darle seguimiento al futbol no es sino dejar en claro la eterna
frustración del espectador de no ser uno de los veintidós que abajo se
baten en épico duelo.
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