Wednesday, February 20, 2013

El no escribir.

  • Todos y todo están en tu contra. Nadie quiere que escribas, ni tu novia ni tu mamá ni tu patrón empleador ni tu bebita recién nacida ni nadie. Ni siquiera tú deberías encontrar un sitio cómodo en la escritura, no olvides que la literatura no necesita ya de ningún punto ni ninguna coma. No escribas, no escribas, no escribas. No seas escritor ¿Para qué? Escribir es doloroso, pedante y ocioso. Tú lo sabes. Mejor pierde horas enteras observándole las caderas a mujeres desconocidas en la calle o en Facebook. O mejor aún: viendo gatitos en internet.
    • Internet es el peor enemigo de todos. Principia el siglo XXI y estamos fascinados con la economía del lenguaje. La gente se está acostumbrando a pensar en determinado número de caracteres y a menospreciar el instante o buscar la carcajada destinada al olvido (el botón de refresh es una condena). Internet promueve la impaciencia. No tengas Internet en casa, mejor lee libros de carne y hueso, escribe a mano. O ve Los Simpsons. Pero que te cueste trabajo, aunque ya hayas visto ese capítulo quince veces o sólo los transmitan por la madrugada. Descubrir la belleza tiene que ir acompañado de un sacrificio, de un esfuerzo. No es honorable que todo esté siempre a la mano, además en Internet está la información pero rara vez el conocimiento.
    • Si vas a copiar, cópiale a los mejores. De hecho esta frase se la tomé prestada a Woody Allen (que se la vive copiándole a Federico Fellini). No existe la originalidad, no la pretendas. Ya todo lo que hay que decir lo dijo alguien de formas que ni te imaginas. Róbale ideas y hasta líneas completas a los “perros viejos que pelearon tan bien”. Después del pecado original se acabó la novedad en este mundo. Esa línea también se la estoy robando a alguien. Eso sí: siempre tienes que tener claro cuáles epígrafes anteceden a cada una de tus líneas. Otra advertencia: el estilo no se hereda, así que deja de querer escribir como Julio Cortázar.
    • Entiende que la Literatura se lee. No se escribe. A ver si me explico. Nadie comienza a escribir un libro pensando: “…y tendrá 325 páginas” o peor aún: “este ganará el premio de narrativa joven de Los Mochis”. La literatura es algo que ocurre, no algo que se persiga tácitamente. No está en tus manos escribir un buen libro. Ocurre y ya. La literatura está escrita en el pasado, es agua que ya pasó y se nutre de las más altas caídas. Cuando tú vas por la leche, un escritor de verdad ya hasta murió intoxicado por culpa del queso. Espero haberme explicado.
    • Cuando pienses que nadie te va a leer no te detengas. A Dostoievski tampoco lo lee nadie. Ya basta con ese pensamiento bobo de que si no tienes palancas no publicas. El entorno editorial en México es una cochinada pero si eres bueno, si tienes madera literaria, una prosa acorazada o una historia que contar: publicas (obviamente publicar en Internet no cuenta). Ojo: lo que escribes no le va a salvar la vida a nadie, jamás, nunca. Nadie se va a la cama pensando: “me pregunto qué estará escribiendo Volpi esta noche”. Nadie. Por eso mismo debes de escribir para nadie y considerando a nadie. ¡Ah! Y si escribes para ganar dinero o ser famoso estás pródigamente jodido. Vicente Quirarte lo tiene clarísimo: “…a la pregunta humillante y repetida “¿Se puede vivir de la poesía?, el poeta debe contestar que no sólo se puede vivir de la poesía, sino que la obligación del poeta es vivir de ella.” Ah. Y lee a Dostoievski. Tú sí.
    • Desconfía de los autores de moda. Odio la mesa de novedades de cualquier librería. Ya no digamos el listado de los más vendidos. Muchas veces ahí no hay Literatura, sólo libros. O peor aún: productos. De hecho una extraordinaria campaña que fomente la lectura consistiría en que el gobierno prohibiera tajantemente las mesas de novedades. Incitar la búsqueda. Búsqueda. Esa palabrita que Internet ha despojado de eficacia. Siempre que estén buscando un libro pregúntense si aquel mamotreto de páginas tiene la intención honesta de exaltarles el alma. Las editoriales, como las marchantas en el suelo, lo que quieren es vender. Casi siempre detrás de la mesa de novedades hay varios muros llenos de tomos formaditos esperando lector. Yo no dudo para nada en el valor literario de Saramago o de Reverte o de Murakami, pero a los libros de un autor de moda conviene darles tiempo para que maduren. Unos noventa años, por ejemplo.
    • Aléjate de los intelectuales. No entres en su juego de la carta más grande. Uno no vino al mundo a perder amigos, ésa es una realidad. Sin embargo más conviene cortar de tajo cualquier relación con alguien que se autodenomine artista. O peor aún: escritor. Ambos son términos caducos e indefensos. Los intelectuales están en una constante y ridícula competencia por ver quién es el que ha visto más películas o leído más libros o estornudado más veces seguidas. Recuerda que siempre existirá un autor cuyo nombre sea más difícil de pronunciar que otro. Por ahí no va la cosa. Acércate a las personas que llevan en el corazón al menos dos novelas, a los que agradecen que en la Tierra haya Stevenson. Si tu mejor amigo llora cada vez que habla de un cuento de Capote, estás en buena compañía.
    • Los boxeadores boxean. Los escritores escriben… entran a concursos, participan en becas, mandan su material a editoriales, etc. Fighters fight” dice Rocky Balboa en la sexta de sus películas. Un escritor no la tiene tan fácil. Escribe y escribe y escribe. Y cuando lo que hayas tramado tenga forma de libro, envíalo a todos los concursos posibles, mándalo a dictaminar a cuanta editorial te plazca, somételo a todas las becas habidas y por haber. El rechazo es buen maestro. Ah, pero no te obsesiones con ganar una beca o el Premio Los Mochis de Ensayo. Rosario Castellanos opina (no de forma literal): “un premio es la primer corona fúnebre en la tumba de un escritor”… Cualquier logro literario, ya sea una publicación en la revista Ecos o una beca en Bélgica es una consecuencia. Que las musas te encuentren trabajando, pero también que las fechas límite de los concursos te encuentren trabajando. Concursos chicos, grandes, importantes, estatales, internacionales… un cheque es un cheque. Siempre ten a la mano cinta adhesiva, fólderes manila y una papelería donde los engargolados y las fotocopias no salgan tan caro. O bien una papelería donde la que atiende esté guapa. Caray: writers fight.
    • Lee el doble de lo que escribes. O el triple. O mejor no escribas y nomás lee. Tampoco hay que andar buscando a ciegas el libro que “te cambié la vida”, porque esa payasada ni siquiera existe. Un libro te lleva a otro libro. Si después de Cortázar no acabas en Lugones, tal vez ni siquiera te merecías a Cortázar del todo. Además todos los senderos terminan en Hemingway, en Homero, en el divino Melville… no hay de otra. Vivimos en un siglo tan bello y neurótico, que cada cinco minutos Borges le recomienda un libro a alguien.
    • Jamás de los jamases escribas teniendo en mente que tus textos pueden ser llevados al cine. Porque vas a terminar escribiendo guiones para telenovelas o peor aún: series mexicanas queriendo ser series gringas. Uno visita cualquier aeropuerto norteamericano y en las vitrinas de las librerías se encuentra con la cartelera del cine del siguiente año. ¡No hay delito más grave que ése! Ninguna disciplina artística vive en función de otra. Los guiones cinematográficos siempre me han parecido una suerte de instructivos pésimamente escritos. Narrar con palabras tiene que ser tu fin último. Conmover con palabras. Nada me resulta más asombroso y delirante que el hecho de que todos los seres humanos estemos de acuerdo en que la palabra mano simbolice a una mano, precisamente.