Tuesday, January 20, 2009

El Guincho: hablar por sí mismo.


Bajando de la montaña en seguida me puse a cantar una canción sin motivo pero tú te tenías que quejar y siempre estás así no puedes parar no puedes entender que quiero estar solo que no puedo ser como los demás que solo significa sin nadie alrededor y si me voy ya no sé cómo vas a poder decir que lo que hago es cosa tuya y yo sólo voy detrás a repetir lo que digas tú como el loro al dueño si todos saben que soy el que te enseña las historias de naves espaciales los tambores y los pasos de baile y en vez de estar nadando juntos en el fondo del mar en una hoguera con los cuentos de noche me querías quemar y siempre estás así no puedes parar no puedes entender que quiero estar solo que no puedo ser como los demás que solo significa sin nadie alrededor.
'Palmitos Park' - El Guincho

Chad Smith and Flea Drum and Bass

Thursday, January 15, 2009

No teníamos Hi5 y ya nos quitaron el Facebook

Y eso me hace muy feliz, porque desprecio a todas esas comunidades cacahuateras, aún y cuando en todas y cada una tengo un perfil que no atiendo, como un padre que desprecia a su progenie. Y las desprecio por mil razones, entre otras porque están llenas de papanatas sin sentido común que esperaron a que un virote como López Dóriga les dijera que eran inseguras y que los iban a secuestrar, para bajar las fotos de todas sus graduaciones y viajes a Topilejo, el último cumpleaños de su oficina y sus caritas triste-contento de cuando eran bebés.

Todo aderezado con un montón de comments de sus primos y hermanos para que los secuestradores se enteren fácilmente de lo que hacen y a qué hora lo dejan de hacer. Si la culpa no es de Facebook. Hasta ganas me dan de poner las fotos de todos mis seres queridos, lástima que no tengo ni uno porque mi mamá se comió a mi papá luego del ritual de apareamiento y mis hermanos se la comieron a ella apenas salieron del cascarón. En fin, que así son las arañas, qué le vamos a hacer.

A ver si en eso consiste para que esta partida de holgazanes se pongan a trabajar. El pobre David Ogilvy debe llorar junto al niño Dios cuando desde el cielo se entera que nos tomamos el 15 y 16 nomás para aventarnos granadas y huevos de harina.Mi siguiente objetivo es el último asesino de la productividad: el Messenger.Como podrán ver, el mundo será un mejor lugar cuando lo controle definitivamente. Nadie tendrá Facebook o Messenger en el trabajo. O siquiera internet. Creo que ni ventanas, pues la luz puede ser muy distractora.

Monday, January 12, 2009

El Triste Héroe


Obleim era un gran héroe. Sus historias eran narradas en toda una nación, en su honor se habían compuesto muchos relatos, se habían construido enormes monumentos que relataban sus grandes batallas. A los 14 años ya era un gran combatiente: fuerte, con un valor probado en las peores batallas, jamás se entregaba, así su cuerpo estuviera muy herido o muy cansado.

Obleim era un excelente jinete, en compañía de su caballo Amadeo recorrió valles, montañas defendiendo su territorio, y alguna que otra vez invadiendo otras tierras que el Emperador deseaba. Obleim vivía para la guerra, se alimentaba diariamente para ser el mejor combatiente, el más espiritual, el más preciso, el más letal. Los ejércitos a las órdenes de Obleim eran los más consagrados, sus soldados tenían una mezcla de admiración y de devoción por su general, y Obleim les correspondía identificándolos a todos por sus nombres e interesándose por los cientos de heridos que resultaban de aquellas sangrientas batallas.

El mayor triunfo de Obleim fue la conquista del país de los Mertos, un territorio amplio, fértil, lleno de hermosas tierras y rodeado de tres enormes montañas, que le daban una apariencia imponente. En esa batalla Obleim perdió a la cinco mil de sus hombres, pero a cambio abatió las tres cuartas partes del ejército Merto, y puso las condiciones para que el Emperador negociara la rendición de Patro, el rey Merto, a cambio de clemencia.

Pero más que la fuerza de cien ejércitos de todo el continente, más letal que todas las espadas, y más salvaje que el más fiero combate fue la batalla que libro Obleim en su corazón. Conoció el amor, y este fue su peor enemigo, logró doblegarlo al nivel en que ninguno de sus enemigos pudo, lo rodeó por todos los flancos, logró herirlo, y finalmente logró acabarlo. Obleim había nacido para la guerra, no para el amor, entendió el amor como una cruel batalla, y todas las mujeres que lo amaron representaron un combate pasional, intenso, sangriento. Hubo una mujer, Bastiana, una hermosa princesa Merta, la más certera de todas las combatientes, que nunca estuvo de acuerdo con la invasión a su pueblo, que nunca estuvo de acuerdo cuando todo su ser se enamoró de Obleim, cuando accedió a ser suya, cuando se entregó completamente a él, cuando lo amó a pesar de ser un extranjero, un invasor.

El tiempo pasó y los Mertos se organizaron, recibieron refuerzos desde el País de los Dolos, y armó un poderoso ejército, dieron la batalla por su propio territorio en el año 205. El ejercito de Obleim se vio rodeado por los cuatro puntos, su caballería fue abatida, su infantería no resistió el ataque de los carros de batalla preparados por la alianza merto-doloita, el terreno húmedo e inestable, rodeado por montañas y por rios, donde se presentó el combate impidió toda huida del ejercito de Obleim. Bastiana, quien comandaba la caballería Merta, fue la escogida por los dioses para enfrentar a Obleim. Se acercó a él y combatieron, con la misma intensidad con que alguna vez hicieron el amor, con la misma pasión y fortaleza. Los ojos de Obleim y Bastiana brillaban, de amor, de odio, uno por el otro, pero fue Bastiana la que desarmó a Obleim, lo hirió en su costado y mató a su caballo. Obleim cayó a tierra, abatido, confundido. En un último acto de dignidad se levantó, y vio como la mejor de todas sus amantes, el amor de su vida, y quizá el amor que nunca olvidaría cuando pasara a la recámara de los muertos, lo rodeaba con su caballo. Bastiana guardó su espada, y tomó su arco, le hirió con sucesivos flechazos, lentamente, mientras todo el ejército Merto-doloita apreciaba el fin de un héroe, del más grande de todos. Obleim murió con una mirada de amor, Bastiana lo abatió en medio de lágrimas que se tragaba, mordiendo sus labios, que aún deseaban el amor y el cuerpo de aquel moribundo.

Cuando Obleim murió, Bastiana bajó de su caballo y ante el asombro del ejército, dió un grito desgarrador y se atravezó con su propia espada. Se dejó caer encima de Obleim. Mientras agonizaba abrazaba con sus brazos y con sus piernas, el cadáver de su verdugo, de su amante, de Obleim, del hombre sin el cual ya no concebía la vida, del hombre que le hacía más soportable la irremediable muerte. Mientras moría, Bastiana pensó en que hay personas que están destinadas a combatirse, a amarse entre las armas, a vivir entre amores y odios muy profundos, a amar haciendo la guerra. Los grandes amores se viven entre crueles batallas, entre tremendas contradicciones y ambivalencias. El amor de Obleim y Bastiana fue hermoso, fue cruel, como todos los amores que vale la pena vivir.