Thursday, December 09, 2010

"Amar a alguien es decirle: tu no morirás jamás"

Siempre que él la miraba a los ojos no veía su propio reflejo: veía al fantasma. A ese fantasma que ella nunca pudo olvidar, a esa persona que llegó mucho antes que él a su vida, y que ella había perdido, pero que conservaba en su corazón, en su alma, en su mirada. El siempre la amó, a pesar del fantasma, a pesar que él sabía que ya otro le había tomado todo el amor inocente y tierno que había en ella, todas sus esperanzas, que la había bebido toda hasta dejarla seca. Ese fantasma la conoció alegre, iluminada, bella. Ahora era una mujer triste, amarga, vestida de luto por ese amor que se fue y que nunca volvería. Para él ella era su verdadero amor aunque ciertamente eso no fuera recíproco. Ella hacía el amor con él con los ojos cerrados, y él sabía que mientras la poseía ella invocaba al fantasma, y lo imaginaba sobre ella, como aquellos días en que ella era la mujer más feliz del mundo, ahora sólo bastaba su pensamiento para que el fantasma llegara, la poseyera y habitara en ella.

¿Por qué llegue tarde a tu vida? Le preguntaba destruido él. ¿Por qué honras a ese fantasma día y noche y no ves mi amor? ¿Por qué aún vistes de negro mostrando tu dolor? ¿Por qué no entierras a tus muertos como yo hice con los míos? Ella lo miraba con los ojos de una madre que ha perdido a su hijo en la guerra, con la mirada de una mujer muy vieja, con mucho dolor, no podía dejar que el fantasma muriera, ya era parte de ella, se habían hecho uno hace mucho tiempo y jamás ella quiso soltar ese lazo que la ataba a él, con eso bastaba, eso le daba un poco de vida, eso era suficiente para soportarse a sí misma. No había nada que hacer. El fantasma estaba en ella y todos los días le recordaba ese inmenso amor que nunca debió terminar. A veces ella sola en su cuarto lloraba y le preguntaba al fantasma: “¿Por qué te fuiste, amor mío? ¿Dónde estás ahora? Ven a mí nuevamente. Vuelve y sigue amándome” En invocaciones como ésta pasaba la noche, hasta que el fantasma llegaba, se hacía al pie de la cama y le recordaba una y otra vez ese gran amor que hubo entre los dos. Hubo ocasiones en que ella podría jurar que sintió sus abrazos y su voz.

Al final él comprendió, y se fue lejos, dejándola con su fantasma. Ella lloró por no poderle dar el amor que él merecía, sabía que era un hombre bueno, pero alguien se le adelantó. No había amor para él, solo para el fantasma, que cada vez pedía más y más, nunca se saciaba, y ella aún era feliz de amarlo, aunque sólo fuera una idea, un recuerdo, un espíritu. Nunca se puede pelear con un fantasma cuando el corazón esta preso en el pasado… y no quiere salir de allí.