Wednesday, November 18, 2009

FNM



Can you feel it, see it, hear it today?
If you can't, then it doesn't matter anyway
You will never understand it 'cause it happens too fast
And it feels so good, it's like walking on glass
-De "Epic"
Antes que Nirvana cambiara el panorama de la música que escuchábamos los jóvenes en los primeros años noventa con “Smells Like Teen Spirit”, tiende a olvidarse los muchos profetas que les allanaron el camino. Sonidos que hasta finales de los ochenta habían permanecido en los márgenes de la radio masiva empezaron a hacer mayor acto de presencia con bandas como R.E.M. (con “Stand” de su disco Green de 1988 primero y luego explotando en 1991 con “Losing My Religión”), Jane’s Addiction (moderadamente con “Jane Says” y “The Mountain Song” del Nothing’s Shocking, de 1988, y más con “Stop!” y “Been Caught Stealing”, del Ritual de lo Habitual, de 1990) y, claro, Faith No More que la armó en grande con “Epic”, una canción que sonaba extrañísima para su tiempo. Para la generación del eRRe Faith No More fueron quienes nos enseñaron que en música nada estaba prohibido.En aquel entonces atravesábamos una situación de si no estás con nosotros, estás con ellos. Si te gustaba lo que oía la mayoría entonces eras un fresa de mierda. Para tener algo de credibilidad tenías que irte a lo más subterráneo: trash, hardcore, speed. Supongo que en ese sentido la situación no ha cambiado mucho, al menos es lo que pensaba el otro día mientras echaba una chela cerca del Tianguis del Chopo junto a unos chavos que se intercambiaban sus ayPods con rolas de varios grupos que llevaban el “Necro” en alguna parte de su nombre. De todos modos, les hablo de una época en que de verdad costaba esfuerzo encontrar con música, donde a huevo tenías que gastarte un varo –aunque sea en comprar casetes pirata- para escuchar la música que querías, donde Metallica todavía asustaba –y no precisamente por querer controlar Napster. De repente ahí estaba Faith No More, un grupo que rapeaba sobre una base de rock pesado de manera mucho más orgánica de lo que nunca soñaron Aerosmith y Run-DMC cuando juntos grabaron “Walk this Way”. Con una convicción a la que aspiraron pero nunca igualaron Limp Bizkshit. Esto, en efecto era, “The Real Thing”. Y no sólo en lo musical, también en la apariencia de sus integrantes. El bataco Mike Bordin llevaba rastas propias de reggae, el greñudo bajista Billy Gould que siempre tenía puesta la playera de alguno de esos grupos de trash o speed metal, el tecladista Roddy Bottum que parecía refugiado de los New Kids on the Block -conmocionando años después un ambiente dominado por el machismo al declarar su homosexualidad-, el guitarrista Jim Martin era como un Jerry García caricaturizado por la revista Mad con las largas greñas chinas y los lentecitos rojos, y luego ese cantante sin miedo al ridículo: Mike Patton, que lo mismo salía con traje de payaso, que ataviado a la usanza del hip-hop o exagerando sus muecas más allá de lo permitido para una estrella de rock “respetable”. Pero eso era lo de menos. La entrada de Patton para ese disco que colocó a Faith No More por las nubes redefinió al quinteto. Su voz era tan flexible que era capaz de emitir lo mismo el sonido del más experimentado cantante de soul que soltar los rugidos demoníacos característicos de los géneros extremos del metal y tener la fluidez en las rimas del rap, a veces en la misma canción. The Real Thing era eso: una carta de presentación de lo que era posible alcanzar sobreponiéndose a los prejuicios, una lección de eclecticismo, un pintahuevos a las distintas tribus separadas por frivolidades y, al hacerlo, refrescaban la respiración del rocanrol con una llamada a la reconciliación: es sólo música, ni siquiera es tan importante qué discos compres, todos podemos convivir y llevar la fiesta en paz... eso sí con una carga de energía beligerante.Para el siguiente disco la disposición ecléctica seguía ahí aunque menos obvia. Angel Dust era un disco que difícilmente entraba a primera oída. El primer sencillo “Midlife Crisis” de hecho continuaba en la huella de “Epic”, las guitarras rudas, la bataca precisa, la influencia del hip-hop, pero todo tenía un aire más sofisticado, en lugar de ir en línea recta, éste parecía dilatarse en los vericuetos, eso por no mencionar que la letra tocaba un tema que no apto para chavitos, los dilemas de entrar a la edad madura. Había un poco de todo, desde teclados a lo Motown hasta remedos de cantos de porristas. Vendió bien pero las cifras no llegaron a la estratósfera como con The Real Thing. Para recomponer la cosa un poco, el grupo sacó un EP de cuatro canciones, Songs to Make Love To que incluía lo que garantizaba ser un éxito instantáneo, un cover de una vieja rola que Lionel Ritchie escribió para los Commodores llamada “Easy” que, para quien le quedara alguna duda, mostraba que Mike Patton si se lo proponía podía ser uno de los mejores cantantes a la manera tradicional; aun así Faith No More se las arregló para darle un giro retorcido a través del video que era una especie de burla al que Guns’N’Roses había filmado para “Patience” de Guns’n’Roses, donde en lugar de las modelos voluptuosas que curaban a Axl y sus muchachos de los excesos en gira, aquí aparecían un montón de trasvesties. Después vino King for a Day… Fool for a Lifetime, que si bien estaba más cargado estrictamente hacia el rock incorporaba elementos de bosanova y otras sutilezas que te hacían darte cuenta que Faith No More nunca sería la típica banda de riffs llenaestadios que todos querían. La disolución se presentó en 1999 tras el disco de título nada modesto Album of the Year, que si bien mantenía el estándar en lo alto ya denotaba signos de agotamiento. Mike Patton se dedicó de tiempo completo a Mr. Bungle, el demencial grupo que mantuvo a la par de Faith No More, para luego participar en infinidad de proyectos a cual más de bizarros donde explotaba la elasticidad de su voz incluyendo participaciones con John Zorn y en el disco Medula de Bjork, Mike Bordin se integró a la banda de Ozzy Osbourne, Billy Gould sacó todo su amor por el metal más demoledor en Brujería, Jim Martin que había abandonado el grupo algunos años antes sacó un disco solista con el que no pasó mucho y luego colgó la guitarra para dedicarse a cultivar calabazas gigantescas ganando concursos entre granjeros de todo Estados Unidos.A principios de este año la rumoriza empezó fuerte. Que Faith No More se reunía pese a la reticencia más intuida que manifiesta por parte de Patton a tal hecho, lo que llevó a algunos ingenuos a preguntarse si el grupo se atrevería a salir de gira sin el cantante que los identificó, como si alguien estuviera interesado en escuchar la voz mongoloide de Chuck Mosley, su vocalista original. Pues claro que no. Faith No More se reformó con la alineación que tenía cuando se separaron. Es decir, sin Jim Martin, pero con la guitarra de John Hudson que quizá no tuviera tanta presencia escénica pero entregaba un trabajo más que cumplidor.Y he así que la fatídica fecha de un viernes 13 de noviembre, tras enloquecer a multitudes en Brasil, Argentina y Chile, Faith No More finalmente pisó un escenario chilango en un repleto Salón 21 (bueno, Vive Cuervo si les gusta el tequila de ínfima calidad), para darle gusto a quienes los habíamos esperado un par de décadas y para los adolescentes de ahora con ánimo arqueológico o que los habían conocido por conducto de sus hermanos mayores o puede que hasta de sus papás. Todos enfundados en trajecito beige entonando “Reunited”, la rola calmadita original de Peaches and Herb que han adoptado como himno de batalla para abrir cada una de las presentaciones de esta nueva etapa: “Reunited, and it feels so good/Reunited, 'cause we understood/There's one perfect fit/And, sugar, this one is it/We both are so excited/'Cause we're reunited”. Y para bendición de todos que por fin les cayó el veinte. Cada uno puede armarla por su lado, pero no nada se compare al rocanrol que arman como Faith No More. Véanlo como lo vean. Patton puede crear la música más inaudible del mundo, igual que Billy Gould con Brujería, pero seguro que nada se siente como aquella noche con la gente coreando cada uno de sus versos y brincando y pasándola en grande. Qué importa si es por dinero. Es la mejor fiesta en la que el eRRe haya estado por lo menos en lo que va del año. Los Nena, el grupo del locutor Abel Membrillo -ex Rock 101 (y Otro Rollo)- que abrió el concierto sólo sirvió para prolongar una espera a la que no le hacía falta caldearse y provocar largas filas en la barra del lugar. Luego vino el holocausto. Feliz y esquizofrénico holocausto, con Patton tragándose el micrófono –literal- en “Last Cupo f Sorrow”, dirigiéndose durante todo el concierto a la audiencia en un español con acento pero perfectamente entendible del que hizo lujo especialmente en “Evidence” y posteriormente con una versión de nuestro “Cielito lindo” a mitad de “Midlife Crisis” y todo lo que pudo caber en poco más de dos horas de concierto proveniente de toda su discografía: “From Out of Nowhere”, “Introduce Yourself”, “Caffeine”, la versión al “I Started I Joke” de los Bee Gees, la cachonda “Edge of the World”. Y aunque toda la concurrencia no paro de dar brincos y gritar y el eRRe hace mucho que no sudaba tanto en un concierto, lo más increíble viendo hacia atrás es la cantidad de rolas que les faltaron: “Digging the Grave”, “The Real Thing”, “Chinese Arithmetic”, “Be Aggresive”, “A Small Victory”. Y no más por eso. Y por la cara de contentotes con la que se despidieron al finalizar “We Care A Lot”, su última canción de la noche, los queremos de vuelta. Sabemos que ellos lo desean tanto como nosotros, así que pa’ qué le hacen, no se hagan del rogar. Por mí que toquen todas las noches. Y si es posible que graben un nuevo disco. Antes que el modo de ser tan distinto de cada uno haga que vuelvan a cagarse la madre… como una pareja que lo intenta por última vez pensando en el bienestar de sus hijos.